Biblioteca; trayectoria y parada obligada.





Siempre me han encantado las bibliotecas,
son mundos paralelos llenos de novedad.
Sitios atractivos compuestos por libros,
como los únicos y grandes protagonistas
con especiales formas y colorida variedad.

En la casa de mi abuelo, un rincón era para ellos,
supongo, que un grumete de marina reconocía
su importancia para la formación de los hijos.
Prepararse y conocer para interactuar con otros,
en un mundo donde el mar era la red global por excelencia.

Espacio olor a viejo, fotos y recuerdos los acompañaban,
era una puerta directa, a varios tiempos transportaban.
El pasado, presente y  futuro que hoy vivimos,
fue nuestro primer Wikipedia o Google donde a buscar nos dirigimos.

Recuerdo una enciclopedia de nombre "Lo sé todo".
Título que parece un lema, un tanto ambicioso
para doce tomos ilustrados, en la década del sesenta impresos.
Su origen viene de mucho antes, del siglo mil setecientos
eran pensadores con ideal los enciclopedistas franceses,
pretendían compilar y organizar el conocimiento
de un mundo de saberes cada vez más extensos.
La principal meta: dejar atrás  al oscurantismo
que es la sinrazón; en la práctica, siempre inacabada misión.

"Lo sé todo", es una aspiración utópica que no se cumple.
No obstante sirve, para que nuestros esfuerzos vayan a ese norte.
Como diría el uruguayo distinguido señor Galeano
nos ayuda caminar a un horizonte que se extiende al acercarnos.

Tengo la impresión al recordar, que mis recuerdos son mis iniciales visiones.

Las constelaciones, gigantes celestiales construidos con puntos estelares,
todas estudiadas por la solitaria  y encumbrada astronomía.
La Divina Comedia, el camino por distintos cielos desde el infierno,
un resumen y mucha imagen de una onírica poesía.
La destrucción de Cartago con Aníbal, sus elefantes y de Roma su respuesta fatal.
Muerte, fuego y esclavitud. Una reina quemada símbolo de una tragedia de gran magnitud.

En la universidad me di cuenta, que la biblioteca pequeña de mi carrera era mi espacio seguro de libros viejos. El inconsciente me llevo casi a un mismo lugar y repetí mi primer hogar. Hacia turnos y la cuidaba siendo un sitio marginal pero muy conectado y observante de las relaciones con orden y cuidado.

Después conocí a un bibliotecario personaje misionero, que una biblioteca montaba en un centro de estudios en marcha, pero que no la consideraba. Consciente de la situación hablaba casi disculpándose de su pequeño sector y los pocos libros de esa universidad incipiente, que parecía cómoda a pesar de ser insuficiente.

Hoy vuelvo a una biblioteca sin buscarlo. Cuidaré una para niños de un colegio país diverso. Es encontrar una nueva base para situarme y a lo mejor continuar el oficio de expresarme.  Catálogo y atención, labor práctica que se aprenderá con la acción.

Ahora en este recuento, sin querer observo atento, que mi vida se transforma en un tren de  varias paradas que con bibliotecas están marcadas.

Primera; refugio amoroso, respeto a lo antiguo,

Segunda; rincón universitario parte de un proceso continuo.

Tercera; el bibliotecario montador por un espacio digno luchador

Cuarto; escuela lejana, de identidades múltiples y lengua catalana.

Quinta misterio, ¿será un trayecto de escritor en serio?    

Termino mi texto con la fotografía inicial que evoca, hacer del libro un dedicado final.

Libros voladores, representación de ideas, sueños y alcanzable ilusión. Los libros usados son parte de las cosas que me hacen feliz. Ese olor, las texturas del papel amarillento y esa sensación de estar leyendo un secreto me dejan un gozoso sentir. Hoy libros son nubes, por un extraño mecanismo de botones y conexiones  bajan; vienen y se van. No se quedan, ¿es que ya no hay espacio para que se queden?





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