Décimo octavo escrito fraterno "La vida solitaria del torrero en el faro"

                                                                      Imagen de Prawny en Pixabay

Mensualmente realizo un saludo a los países que han tenido un alto número de visitas observadas en las estadísticas de la plataforma Blogger. En esta ocasión será Reino Unido y revisaré uno de los poemas de Tom Raworth llamado "La vida solitaria del torrero en el faro". En su revisión me acerco a las crisis humanas y observo lo que significa ser persona en un escenario de cambios. La rutina no es sinónimo de monotonía. La "profundidad es igual a la altura", creo que esta premisa debiese ser norma para la construcción de estructuras materiales, pero sobre todo espirituales en las personas.  Poesía de alejados rincones,  inquietudes del reino de la oscuridad, lugar donde todos celebran la tibia luz. Re leeré sus versos y escribiré prosa junto a ellos.

En una torre octogonal, cinco millas mas afuera 

tranquilo vive con sus libros y palomas 

blancas son sus paredes, ciertos días usa lentes ahumados, sin leer

saquea las páginas- leves ruidos de las aves y su vuelo

útiles y amables objetos familiares 

en medio de esa luz que no le basta. 


En un escenario mágico habita un ermitaño. Religioso guardián de una torre que sirve de instrumento para la meta observación de las personas y su interacción con la trascendencia. Una estructura cuya geometría sagrada convierte al cuadrado en tierra y al círculo en cielo; ambos unidos transmiten un mensaje de unidad materia- espíritu. La torre alta y alejada es la entrada a un mundo desconocido. Es inicio de una ruta peregrina, octogonales también son las antiguas pilas bautismales de las catedrales centenarias. El agua es vida  que nos regala vida.

Grandes certezas son las de un farero. Lo imagino práctico  y soñador, de una  inmensa paciencia que ni la más grande de las tormentas cubriría. De una profunda vida interior, una vocación contemplativa frente a  la inmensidad que le sirve de espejo. Siempre presta atención a los peligros de su labor; es vigilante de las monotonías. Tiene un gran sentido del deber, no se permite un descanso durante su jornada, ni una mínima tentación a incumplir o alguna desconcentración que lo lleve a errar en su labor. Un fallo sería arriesgar, faltar a su compromiso podría significar privar de auxilio y ello podría significar muerte. No se si existirá otro trabajo más religioso como el del farero. Dar luz, ofrecer luz. En la mitad de la noche, en el medio de la tormenta, tenaz e inquebrantable frente a la ferocidad de las desaventuras y el miedo. En el escenario de caos y movimiento oceánico, dos grandes demonios pueden ser el viento y la mar, pero el mayor de los demonios es la resignación. Ser parte de un barco y sin importar el esfuerzo de los demás, abandonar la tarea, perder la esperanza. Un farero es el guardián de las sagradas puertas, el agua y la roca son infinitas. Trabaja iluminando quimeras, compañeras de las extrañas figuras y trascendentes fondos.

¿Qué significa tener luz y no ver? ¿Qué luz es la que buscamos? ¿Cuál luz necesitamos? En la oscuridad y frente a  lo inmenso de un desafío ¿Cómo nos reconocemos? 

Creo que nuestro mundo interior puede ser este farero. El tiempo y lugar que nos toca es una época de tempestades  que nos mantienen despiertos a pesar de nuestro cansancio. Esa luz  debe servir de guía, lo mejor de lo nuestro es exigido. La rutina nos regala claridades, cada día es una experiencia distinta. Correcto debe ser el actuar. En la interacción humana, es una fantasía pensar que estamos solos. Nos relacionamos e influimos desde que somos carne y temperamento en el protegido primer universo de agua e instinto. 

Sin duda un particular personaje se nos ha ofrecido en el poema. Paradoja es trabajar iluminando rutas y no contar con la suficiente luz para su lectura de la realidad. Sus paredes blancas parecen voluntarios olvidos, renunciamiento de aquellos recuerdos de adversidades. Muchos se esfuerzan por olvidar, sin embargo estamos llenos de experiencias que en la memoria nos construyen. Usar lentes ahumados que simulan descanso,  elegir no ver para lograr oír. Saquear páginas para sentir el sonido de las aves en nuestras manos. El farero es un personaje inconforme, puede ser que se haya entregado a la monotonía, puede ser que haya perdido el sentido que alguna vez le dio a su labor. Puede ser que se sienta en crisis ¿es que es inevitable perder el sentido de lo que somos y hacemos? 

Somos fareros, nuestra luz es esencia. No la dejamos de ofrecer 

Su dirección nos preocupa, sin embargo es su fuente la que nos permite ser.   

Confieso que al elegir este poema, se me hizo atractivo aquel escenario de misterio que pueden dar los ambientes desolados y marinos. Creo que mi ubicación en el extremo sur del mundo me hizo observar el extremo norte. También me conecté con "esa luz que no le basta" apreciando la profunda humanidad que nos recuerdan las crisis de existencia. Sentí lo fuerte de un sinsentido, resonaron en mi las búsquedas insatisfechas, los compromisos no asumidos, las desesperanzas, las frustraciones y los finales.  




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