Noveno escrito fraterno: Mi corazón al atardecer




Continúo con la serie de entradas llamadas escritos fraternos en las que saludaré a los países que han tenido un gran número de visitas en este Blog. Hoy compartiré una revisión especial del poema del austriaco hablante de alemán Georg Trakl. Al leerlo me doy cuenta del proceso por el cual exploramos las sombras del mundo que nos circunda como requisito fundamental para la búsqueda de luz. Rescatar este poema es relevar una trayectoria alemano-europea de caminos y exploraciones, universos de angustias y escenario de certezas para un ser humano cósmico de incesantes movimientos. Un proceso introspectivo potente del que busca crear rompiendo rígidos esquemas pre establecidos. Lengua alemana, de palabras que contienen mundos, código sagrado de introspección filosófica que es tronco de una modernidad siempre perfectible. Re leeré sus versos y escribiré prosa junto a ellos, esta vez a diferencia de las anteriores, consultaré referencias de apoyo  para la comprensión de la rica simbología expuesta por el autor. 



Se oye de noche el estruendo de los murciélagos
Dos caballos negros saltan el prado 
Susurra el arce rojo

Confieso mi inquietud al revisar este poema y su temible oscuridad en tanto condición necesaria para la expansión de nuestro ser esencial. Múltiples desafíos nacidos de aquellas largas y angustiosas noches. Especial ansiedad,  propia del que quiere vivir la plenitud, dándose cuenta de los pocos medios que tenemos para batallar con nuestros demonios y salir fortalecidos de aquello. Murciélagos tejen un escenario de melancolía y muerte, terrores y bellezas desde el inframundo. Un tenebroso espacio para la sanación, un despertar  iniciático de los sentidos, un punto de partida hacia la transformación. Bestias nos invaden, han quedado abiertas las jaulas del mundo sensorial ciego a la común certeza de la estructuras visibles. Noche terrible en que expuestos a nuestras proyecciones inconscientes nos invaden represiones que algunas vez capturamos con esfuerzo. Caballos, fabulosos por su poder luchador, son interpelaciones a lo trascendente. Mensajes de la muerte y salvación, vulnerabilidad frente a la manía destructiva y violencia sexual. Inquieta no darle un rápido nombre a las muchas luchas e incertezas, atribución de roles y poder en nosotros mismos. El arce rojo es independencia y energía, nos impulsa con su susurro a tener convicción, la fuerza no nos faltará, es motor para terminar todo cuanto se empiece. No desfalleceremos si hacemos de la autoconciencia una guía para nuestros pasos. Es mi profunda intuición.

Al viajero se le aparece la pequeña posada al borde del camino
Deliciosos son el vino joven y las nueces
Delicioso: vacilar ebrio por el bosque que se oscurece

Universos simbólicos interpretativos cuyo centro es una posada mágica aparecida en esta ruta y que nos brinda una tranquilidad provisoria. Posada de encuentro, placido lugar de certidumbres, alivio repentino de un trashumante, esperado hogar de nuestros sueños, anhelo del vientre materno acogedor del más esencial y armonioso crecimiento. Reposo es el lugar donde la incertidumbre gobierna, posada del amparo y estabilidad, meta de transformación psíquica. Vino y nueces,  quizás no esté de más un breve momento de lujuria. No quiero sentir, no quiero percibir lo que viene, en aquella noche el alimento es alternativa momentánea. Furtiva droga, me marea. Respiro profundo y me desconecto previo a lo peor ¿quien me puede decir que es lo peor, cuando muchas veces los transiciones nacidas de allí nos dan alas suficientes para comenzar el gran vuelo que habíamos esperado?. El alcohol junto a los placeres de la carne y las canciones representan también liberación de la inquietud y el  favor de la alegría. Disolución, éxtasis y agresión, deseos profundos de extravío en aquel Dios- Amor sin género. Auxilio a los peregrinos transfronterizos cuya misión es mostrar alternativas frente a la oscuridad de un eterno horizonte. 

Suenan campanas dolorosas entre las negras ranas 
El rocío gotea sobre el rostro

Soy un forastero, ojos hospitalarios me observan como la imagen perfecta para proyectar los sinceros deseos de amparar, o quizás limpiar o definitivamente borrar tu inamovible moralidad. Partes ignoradas de nosotros mismos son también gentiles ciudadanas del mundo. Bosque es lugar de soledad, embrollos, curación, regresión, grandiosidad y obstrucción, crecimiento espontáneo y continua putrefacción. Campanas despiertan sentidos y espíritus, buenas nuevas garantes de un equilibrio armónico de la naturaleza con la vida humana. Te piden la renuncia de aquel Dios de las seguridades.  Sustitúyelas  por la contemplación de tus irresoluciones, allí encontraras el altar de tu yo profundo y real. Antiguos libros hablan de las ramas como aquel lugar donde abandonamos a los cuerpos vivos y a los ya muertos. Son las ramas un lugar de compartir tus flores y frutos, grandes costillas en el que se resguarda el corazón luminoso. Nuestros rostros son expresión, que miran a lo alto como esperando el renovador rocío, sagrada humedad,  presagio de la autorealización. Humedad que anuncia el regreso del alma, una circular orientación hacia la fructífera originalidad de la naturaleza para refrescar y reanimar aquella personalidad marchita por la inconsciencia y la materialidad. Hay un culmine del ceremonioso caminar hacia la noche más oscura, aquel íntimo, pero temible lugar en el que solo nosotros percibimos.


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Referencia Bibliográfica.
Archive for Research in Archetypal Simbolism (Aras) El libro de los símbolos,  TASCHEN, España 2010.

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