Quinto escrito fraterno: Mis estatuas


Continúo con la serie de entradas llamadas "escritos fraternos" en las que saludaré a los países que han tenido un gran número de visitas en este Blog. Hoy compartiré una revisión especial de un poema de Henri Michaux  que se llama "Mis estatuas". Al reflexionar me doy cuenta de lo lúdico que puede resultar el pensamiento simbólico, anclado en una realidad muy concreta de sueños e ideales. Rescatar este poema es relevar a la Bélgica europea, símbolo diario de una cotidianidad continental de encuentros y desencuentros. Todo un proceso de convivencia orientado por la convicción. Re leeré sus versos y escribiré prosa junto a ellos.  


Tengo mis estatuas. Los siglos me la legaron: los siglos de mis expectativas, los siglos de mis desalientos, los siglos de mi indefinida, de mi inextinguible esperanza ya lo hicieron. Y ahora están allí.

Disfruto de mis estatuas a simple vista inamovibles, representaciones e ideas previas de lo que puede ser real,  el consenso convertido en memoria. Mis estatuas son parte de un edificio de galerías anchas, iluminadas por el sol de la mañana que habitualmente las sorprende. Estatuas que se miran unas a otras mostrando los detalles de sus rostros deseosos de futuro. No podría imaginarme el tiempo destinado a confeccionarlas, recogerlas y organizarlas. Mis estatuas danzan, son círculo; caracol desde la lejanía hacia un centro majestuoso y elevado. Son dioses de mil caras con manos que apuntan en cinco direcciones. Mis estatuas han aprendido a moverse, se aquietan también, inspiran y conspiran en un universo nocturno. Animales y seres humanos, cuerpos animados, espejos de quienes las miran.

Como antiguos vestigios, apenas si alguna vez comprendo el sentido de lo que representan. Su origen me es desconocido y se pierde en la noche de mi vida, donde solo sus formas han sido preservadas del inexorable barrido.

Estatuas que se diluyen, cobran vida, mueren y resucitan, reencarnan o se extinguen en la nada. Mis estatuas se organizan, confabulan para cambiar de orden. A veces me sorprenden,  yo creo que tienen gran soltura, juegan con la luna y sus cambios. Son amigas de la noche y se transforman en semillas,  ellas eligen  el lugar para crecer siguiendo las milenarias tradiciones. Hay otras que caen. Ocurre que es un momento místico, muy serias desarrollan el celosamente guardado ritual de agradecimiento. Luego de ello,  y con mucho respeto se reparten trozos de la caída para ataviarse. Mis estatuas son vanidosas y egocéntricas, siguen la visión oriental, ya que también son organizadas y ceremoniosas. Un poco de oscuridad en la luz y otro de luz en la oscuridad.

Pero están allí, y cada año su mármol se endurece más, blanco contra el fondo, oscuro de las masas olvidadas.

Están allí, no se irán. Se desafían, se conectan y dialogan. Son un todo y son partes. Aprenden en la ayuda y en la discusión, se quieren y son amables entre si, construyen un universo de expresión. Las que se aislaron, las que optaron por un camino solitario, dejaron de compartir, se endurecieron hasta terminar oscuras, apagadas y sin vida . Este destino es peor que caer. Asumo que con este  fatal camino a veces siento miedo y otras compasión. A pesar de esto, también brindo por ellas, las que fallecieron en la oscuridad del individualismo, las que se quedaron pegadas en el mundo que ya no está. Ellas sentaron bases para que las otras crearan este cosmos de infinita expansión desde esos protegidos puntos ciegos de las galerías vigiladas. Honro y celebro las que aprendieron de la luna y su danza nocturna porque de ellas será el futuro. 

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