Pitrufquén, tierra de cenizas, crianza y travesías.



Esta historia es ofrecida para que la dificultad sea siempre vencida
no importa la cuestión,  hay familias que sin buscarlo son queridas 
Pitrufquén me diste músculos y mi inquietud alimentaste
para emprender trayectos de aprendizajes me llenaste
Amo a tu gente que cordial me mira como un familiar
Amo tu río que refresca y que su furia oportuna muestra
Tengo lo suficiente para la felicidad a diario merecer
Cuento con experiencia para mi escritura hacer crecer.   


En un país lejano, animales vivían al lado de un río de gran envergadura cuyo norte era un valle de lobos. Ese lugar era llamado "Tierra de Cenizas". Allí se encontraba uno que sin ser ave tenían pico y sin ser nutria una cola. Era un recién llegado, junto a su familia provenían del pueblo de las anguilas un tanto más al sur. Su casa la conoció antes de terminada y allí estuvo hasta que se hizo pequeña. Tan ajustada fue resultando, que lo incomodaba y no lograba contenerlo. Se arrancaba, preparándose para el momento en que la cambiaría por un hogar a su medida.

Lo adoptaron las garzas silvestres circulantes en el aire al ver su parecido, pero también los castores de río que  observaron sus similares rasgos. Cada una de las grandes familias lo sentía parte de si; unas lo jalaban al cielo y las otras lo empujaban al agua. Sentirse parte de ellas lo consideró un gran regalo. Para ambas, esa tierra era un puerto provisorio, un espacio de descanso de una  gran ruta de múltiples direcciones desde la profundidad del agua al infinito cielo; o desde las altas montañas al mar. Una de ellas, conducía al siempre importante sol detrás de las nubes; la otra a represas o especies de "micro mundos de alegría" en varios rincones.

En aquel territorio, bañado por un especial río, no se dejaba de aprender. Muchos se quedaban en el mismo lugar, la seguridad del entorno ofrecía buena caza para los que sabían donde encontrarla. Este animal tan particular, necesitaba desafíos y  la otra orilla se transformó en uno. La ribera norte le pareció entonces, como una atractiva mujer que le guiñaba el ojo durante las tardes de vuelo con las garzas y excursiones con los castores. Sin duda era un entorno privilegiado ese caudal; a veces era tan ancho que todo el mundo estaba en él y otra tan pequeño que no entraba una persona. Tenía además, una corriente furiosa como la de un tumulto lanzando piedras en una marcha callejera y era veloz como una carretera de alta velocidad. Su recorrido era un trayecto extenso, pasando por un cima coronada por una antigua guarnición contra los pumas, primeros habitantes del lugar.

Una noche de luna llena, siguiendo a los curiosos castores llegó a la cima más alta de aquel lugar. Allí fue sorprendido con una impresionante visión. Una prueba para su valentía fue observar  el místico suceso; un brillante disco plateado en el cielo y su capacidad para transformar ese fluir de agua hacia el oeste, en una gigantesca culebra de espectacular ondulación, como dicen los pumas originarios,  al océano azul  de color y profundidad. No logró apreciar su boca, aunque imaginársela era muy fácil, de haber querido podría tragar toda una ciudad.

Un día  lo decidió y conquistó aquella mujer, orilla  norte luminosa amada desde el primer momento. No le importó partir, con las aves volaba, con los castores nadaba y con los naturales habitantes de ese afluente se alimentaba. Peces aventureros, peces veloces y juguetones, risueños mueven su cola orgullosos de llegar al mar sin que los pescadores los distraigan de su misión. Los habían entregados, agradecidos y decididos, capaces de empujar en invierno a los arrogantes puentes construidos con la pretensión de dominar la natural fuerza de este micro universo.

Llegado el momento se despidió sin un mapa, pero con su corazón de brújula. Un mundo de aventuras lo esperaba ofreciendo sonrisas a cambio de sus curiosas visitas.

Podemos decir que la historia continúa. Se concluirá esta parte proclamando que las aventuras de aquel animal parecido a las aves y a los castores recién comienza. Promete mejorar en la medida que el escritor decidido a compartirla continúe por la senda elegida de poesía y narración.





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