Décimo primer escrito fraterno: El alma de los oprimidos


He retomado mis escritos fraternos donde he saludado a los países que han tenido un alto número de visitas en mi Blog. Hoy me he sorprendido con Ucrania quien me tiene alegre por encontrarse en las estadísticas. En este diálogo con las redes sociales como blogger, he aprendido de lugares y personas, versos y reflexiones. Hoy compartiré una revisión especial del poema  El alma de los oprimidos del poeta y luchador social  Vasyl Semenovych Stus.  Al revisarlo me doy cuenta, como las sensibilidades y anhelos colectivos chocan con sistemas rígidos e inflexibles en el marco de profundas y esperadas crisis humana. Éstas generan oportunidades de trascendencia por lo sublime de sus proyectos que nos ofrecen. Rescatar este poema es relevar una historia, territorio y lucha, un sentimiento humano y la posibilidad de construir esperanza en espacios tan difíciles como en el de"hielo y tierra baldía".  Re leeré sus versos y escribiré prosa junto a ellos, marcado muy especialmente por el momento actual de Chile post crisis social de octubre 2019. 


El alma de los oprimidos permanece aterida eternamente, mientras el súbito hielo de sus lágrimas contenidas imagina.

El siglo XX fue la época de la razón como medio y fin. En la práctica no se apreciaron mayores alternativas que las entregadas por las de una razón y orden totalitario. Solo había cambios en la medida  que existiese una fuerza mayor y esto significó violencia.  Se cometieron grandes atrocidades en nombre de la razón en ambos lados de la muralla este-oeste.  En este escenario  es comprensible el sentir del luchador social de la época, desesperanza, no obstante " la imaginación comprometida" como puerta abierta, jamás todo está perdido cuando lo humano sigue vivo en búsqueda de una mejor alternativa a la justificación armada de razones absolutas. Cuando estás frente a una muralla solo te queda imaginar, imaginación que añora, que sueña y resiste, imaginación que cree, que tiene fe y que impulsa la sobrevivencia transformándose en la única y gran escalera para visualizar alternativas. Imaginación para enfrentar sufrimientos, esos que indignan hasta llevarnos a la frustración  y tarde o temprano al vacío. Sentido de lucha que persiste obligándote a revisar mejores posibilidades a la deshumanización de los sistemas sociales, que al parecer requerirían de periódicas y contundentes revisiones, para que no caigan en la necro política.

Delicado es el latido de los corazones robustos, los rastros del sol entre la maleza lastimeros.

Un concepto emocionalmente latinoamericano, de práctica extendida por los Andes, desde la Patagonia hasta el río Bravo; es transversal a los lugares donde unos sobre otros ejercen un poder rebuscado en la divinidad y manipulado en pos de la doblegación. Opresión se identificaría como la imposición de ideas y obligaciones a otros basadas en razones que siempre serán superiores en mi. No olvidemos que el único poder en nuestro continente han sido las armas. No hay límites en América para las armas. Violencia en su máxima expresión. Es pura y dura dominación, que se practica bajo amenaza del dominador, que para existir necesita de quien dominar. Oprimidos no son los ricos, ellos tienen poder y necesitan de otros para mantenerlo. Los oprimidos son y seguirán siendo la gente en situación de pobreza y vulnerabilidad, realidad  tan cierta como las quemaduras del peligroso sol del verano. El poema refleja la frialdad propia de las heladas tierras, se habla de un congelamiento, sin embargo hay un alma que no lo hace. Una esencia que no se cambia, cambia la condición que la mantiene. Las lágrimas imaginan tristezas, pero también situaciones mejores. Hay fragilidad, hay esperanza que llega y que es luz que ocupan los espacios de la maleza entre los espinos. El alma encuentra un sentido, alma que a pesar de no ser definida con palabras, se encuentra ahí, escondida, recibe sol y mantiene latiendo a aquellos corazones robustos que no decaen. Escribiendo esto, descubro que me he sentido obligado a hablar de sol y espacios entre la maleza, una obsesión personal a encontrar esperanza como requisito de humanidad. ¿habrá sido lo que el autor sentía?

El corazón puja por asomar su cabeza y la casa vacía callaba, callaba la tierra baldía.

Soledad la de los oprimidos, la de los insatisfechos, de los desfavorecidos. Son corazones que paren, que se muestran en medio de las más temible soledad. Escenario de desgracias que da lugar a la denuncia, a la transmisión de una palabra que puede ser una cruel convicción; frente a los poderosos y sus injusticias, te encuentras solo. Lágrimas que imaginan resistencia y formas de lucha social que pujan para parir vida, potencial luz que pueda ayudarnos. Solo revelar lo que vivimos puede ser la misión, a veces nuestra única tarea es mostrar lo que vivimos. Es el Pueblo un escenario para el nacimiento de muchas cabezas que lo conforman. Esa soledad no es hielo que te congela sino más bien fuego que te enciende. Esa profunda indignación, un estado intermedio entre la rabia, la impresión y la frustración, es la única capaz de provocar espirales hacia motivaciones superiores. Alma que es robusta, que puja, que sufre abriendo un camino, cruzando la barrera para ver, que abre los ojos, que siente. Cabezas... cabezas, que son posibilidades de encuentro y superación, cabezas que son punta de una lanza, que tienen cuerpos sensibles que más que verse limitados por la opresión; sostienen imaginarios, crean, resisten arañasos y hielo, fuego, tempestades, lacrimógenas y mutilaciones.

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