Cocina y recuerdos, nutrición y gracia.



Todos los sentimientos de protección nacen en torno al alimento. La nutrición es sinónimo de cocina desde muy iniciado el cauce de nuestra historia inacabada. En este concepto se encuentra escondido el apego o capacidad de vincularnos afectivamente, lo que según autores,  nos habría llevado a construir sociedades y culturas.  No existiría futuro sin vínculo ni cuidado de los otros,  eramos la única especie que lo requería por nuestra primera etapa del ciclo vital, notoriamente más frágil en comparación a nuestros vecinos animales.

Nutrir es un primigenio verbo, asociado también con la división sexual del trabajo. Básica organización orientada a la sobrevivencia del momento. Hombres cazan afuera y mujeres nutren y cuidan niños adentro del hogar. Avanzamos muy lento en la modificación de nuestro comportamiento inicial. Llevamos demasiados años intentando adaptarnos a las necesidades de desarrollo para que hombres y mujeres cacen y cuiden a la par. Una cuestión de adecuación al curso natural de la existencia planetaria. 

Niño que replicará legados fortaleciendo círculos  que amparan  la íntima conexión con su necesidad de amar.

En este caminar histórico de horizonte finito y en un marco subjetivo de comprensión de la realidad social, es que las capacidades para  nutrir se integran en las identidades individuales y colectivas. Hay algunas que se relacionan acomodándoles esta característica y otras que exploran más. Sin duda, especiales patrones ajustados a los múltiples procesos de crecimiento humano.  

Encontré una imagen ilustradora sacada de un viaje en el tiempo, una cocina muy típica del sur de Chile. Su calidez me transporta de pequeño cuando observaba mi atenta y dedicada abuela por un lado y mi madre a posterior. También debo señalar, que he vuelto a observar, sin querer (o quizás buscándolo) espacios donde mujeres cocinan; una mexicana, otra mapuche y una chilena en Cataluña. Creo, ahora que escribo, que ellas lograron alimentar en paralelo mi cuerpo como sentimientos y espíritu, de ahí mis ganas de poetizar.  

Identidad de gracia,  minuciosa ternura, valiente opción la de unir ingredientes con el calor de unas manos encendidas.

Yo no comunico más que una idea de hombre imperfecto que observa y busca ser tocado por la belleza de tus manos. No podré situarme en razón de una química de la entrega a no ser que la escriba.

Tus esfuerzos se integran en la elaboración del pan de harina color alma agradecida. La cocina es herencia, se incorpora al presente y sus preparaciones actualizan ansias organizativas con valor ritual. Luces y sombras frente a un horno que radiante acoge a sus atentos custodios. Estímulos sensoriales de efectos narcóticos se instalan en la memoria para no irse jamás. Maíz o trigo, café, mate o té; ajo y picante, canela y limón. Vestido de blanco paño y flores perfumadas. Leche condensada con dulces recuerdos frente a una luz que hace brillar el pasajero negro del cielo invernal.

Minuciosa decoras con simetría un paisaje nevado, invitas aventuras  hacia los picos dorados con el brío de tus preocupados ojos. No hay mayor fuerza que la de tus manos capaces de unir elementos, conformando la gustosa novedad del ilusionado comensal. Encontré un cálido lugar delante del mundo silencioso de la indiferencia. Odioso el que se sitúa en un contexto de muerte y resignación sin trascendencia. Mujeres que acarician alimentos, tranformando texturas y sabores, todos reactivos a la armonía de los deseos satisfechos.

El calor nos define, madura la esencia y varía las formas. La vida esta hecha de fusiones, todos los animales deseosos del albino néctar originario provenimos de un cálido útero. Los humanos somos el primer sustento, un alimento divino. El Dios Creador de los mayas mesoamericanos encontró la formula antes que nadie. Ni el barro, ni la madera, solo el comestible y amarillo maíz. Este bocado era capaz de transformarse y ser suficientemente flexible.

Esa historia instaló una convicción. Hombres y mujeres recreamos en cada momento, la voluntad superior de cambio para convertirnos en comida buena de la tan ansiada humanidad que la espera para mantenerse viva.


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