Coordenadas poéticas entre el juego y la memoria scout.



Su práctica establece sintonías,
conectando la niñez con poesía.
Metáforas fácilmente convencen
y las hipérboles nos comprometen.
En el juego expresamos amaneceres,
se viven tormentas, se cruzan mares,
detrás de la montaña contemplamos
con tiernas memorias nos quedamos.
Es una representación sin papeles,
improvisado despliegue personal.
En un juego definimos nuestro rol
de compañero, mago y constructor.
Exclamamos primeros malestares,
reiteramos perdurables alianzas,
comparamos inagotables acciones,
exageramos seguras convicciones.
Cambiamos los sentidos y amamos,
el juego nos convierte en poetas.

El juego en los niños es un ensayo del comportamiento social; capacidades, libertad e integración en un mundo de iguales. Cada juego tiene un arbitro imaginario de reglas no explicitadas funcionando a la perfección y que ayudan a forjar a fuego lento el sentido común. Su moral es a veces muy estricta y otras tantas flexibles.

Al amigo del juego no se olvida, ni al adversario tampoco. Se juega en la materia, pero desde el gobierno de lo intangible. Sentimientos y emociones hacen nacer esa hermosa necesidad de intercambio; alegría por tu amistad, tu rectitud a cambio de mi reflexión, mis impulsos, tus límites, entre muchas otras.

Puedes ser lo que quieras. Después te revisas, hoy solo juega.

Para jugar son demasiados los temas. Recuerdo algunos: una visita a un planeta desconocido; un derribar murallas volcánicas; luchar con criaturas prehistóricas; cacerías misteriosas, en el sur de Chile por ejemplo, al anchimallén del lugar (en los mapuches es un ser pequeño que se transforma en una esfera de luz). Construcción de refugios polares, almacenes, a la tiña de la mano y al tarro de pintura; policías y ladrones, superhéroes, casas, muñecos, circos.

Existen juegos, especialmente de pueblos originarios ubicados en el mundo rural; tomar manzanas de los árboles,  alimentar los cerdos, recoger huevos de las gallinas, planta y cosecha de papas. En definitiva, hacer lo que hacen sus padres, que es juego cuando lo hacen los niños en sus tiempos y a su manera. Los juegos colectivos, por otro lado, se usan para resolver conflictos comunitarios y reconocer las fuerzas del conjunto frente a otras de igual condición.

Jugar para aprender del otro y conocerlo. Verlo como me ve frente a el. Verme en sus ojos y reconocer como voy y lo que soy capaz de hacer.

Hay espacios donde no se permite jugar a competir, otros espacios donde se juega a contar orificios de la pared dejados por las balas. Otros donde se juega con basura. Muchos juegos  son de encierro y soledad, el mundo electrónico y sus estímulos de efectos caóticos no son juegos saludables, sobre todo si se centran solo en la interacción "niño- pantalla".

El  juego puede ser condena y limitación, cuando se obliga a jugar lo que los adultos quieren. Aprisionar con pistolas y pelotas a los niños; en tanto, cocinas y muñecas a las niñas.  Se trata de que las personas en pequeño, osea niños, tengan la oportunidad de escoger dentro de ese gigante abanico de cualidades humanas no remitidas a simples objetos rígidamente destinados a unos y otros.

Los juegos son filosofía  que se aprende de niño para acompañarte de adulto; se les puede poetizar. Hazlo limpio y siempre que lo deseas. Puedes ser todo cuanto te nazca, adquiere roles y mejóralos, invita a jugar o únete a ellos,  disfruta pensando nuevas realidades, haz que el mundo rime jugando, convéncete  de lo que quieras.

El juego es derecho. Derecho también es darse permiso para hacerlo sin más preocupación  que ser felices.

Profundicé de juego en el escultismo. Ese movimiento y estilo de vida que casi está en todos lados. Es una gran y permanente diversión ser explorador;  luchas por vencer, metas que conquistar. Una especie de guerrero cuya preocupación es la de contar con compañeros y compañeras que nos libren cuando caemos en trampas o prisiones adversarias y de esta manera, seguir jugando. Es una de las muchas opciones existentes para sentirse acompañado y no dejar de acompañar. Ni la única, ni la mejor. En la intimidad de este hogar que es mi blog, me  he dado permiso para reconocer  lo que el movimiento hace como esparcimiento, educación y desarrollo humano. Cuando se valora al juego y sus enseñanzas no se puede dejar fuera a los scouts, ya que desde su fundación lo hacen.

La historia scout y su crecimiento en el mundo se resume en un verbo mágico; confiar.

Confiando, el iniciador, Baden Powell o B.P. y un grupo de niños engañaron a un ejercito enemigo. Confiar fue lo que hizo de ese momento, la creación de algo nuevo y trascendente. Nadie lo había hecho antes de aquella ocasión.  Protagonizar la propia historia y aprender a no dejar de jugar es el movimiento scout. Se aprende haciendo. Ensayar el sistema de valores, reforzado permanentemente por el imperfecto, pero siempre comprometido adulto responsable. Los grandes juegos de ciudad horizontal, o el gran mariscal y la verticalidad de las jerarquías, así como el estratégico juego de las banderas y la necesidad de organización. Coordenadas que visibilizan un campo sociocultural muy amplio. El juego aquí, es la exploración de los muchos horizontes que se abren cuando se avanza. Sin duda el desafiante descubrir cuando se instala en el corazón, ocupa todos los espacios destinados a expandir nuestra potencialidad. No podría haber sido otra que no fuera scout la primera persona en pisar la luna.

Para cerrar este escrito, una reflexión a propósito de esta semana, donde se conmemora  a los niños a veces perdidos detrás de los juguetes más que de sus juegos. Quise centrar mi atención en el aprendizaje lúdico. El niño al que le debemos esta celebración, lo hizo con juegos de madera, construyendo casas y  cuidando animales en atenta observación de su padre. Sin duda, un buen modelo que jugando, ensayó de pequeño su infinita gracia de adulto.






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