Un relato medieval. Mi leal compañero frente a los peligros.
En la Europa sin tiempo, un caminante ilusionado se atreve. Desde las segura protección de su casa familiar, decide no esperar que la peste o las guerras golpeen su puerta. Se anima y responde la exigencia práctica de una pirámide social que sin preguntarle le impuso pobreza. Sigue la ruta de la obligación a la ciudad de los Encuentros, sin duda la más grande de la provincia. Un bosque lo separaba de su destino, un riesgo que necesitaba correr. Era la única manera de satisfacer ese anhelado deseo de cambio cuyo norte es la digna elección de una vida nueva. Intercambios diversos; anuncios, bienes, saberes y bolsas, una mínima riqueza para con soltura pagar la entrada al gremio, alternativa de compañía y protección para su humilde linaje que por ahora es de aventurero.
Caballeros y trotamundos con sus emblemas coloridos andan por doquier. Osados cabalgan, ansiosos me observan. Sus ojos buscan la competencia y quizás una digna guerra, buenas razones por la cual luchar. Se prueban a diario por estos caminos, saludan corteses y pasan raudos a mi lado.
Me encuentro con la casa del noble, un hito de entrada, un pequeño valle de pepitas doradas que miran al cielo, bordado alimento que hormigas laboriosas han tejido para la colonia. Tiene recursos, cuenta con la infraestructura necesaria, animales y herramientas satisfacen las expectativas de los señores. Seguridades y capacidades sostienen a los campesinos de ésta comarca, guardianes esforzados de la montaña.
El bosque exige respeto, entro por el sendero y observo sus claroscuros. Mundos visibles e invisibles a los que respetuosamente respondo por la tradición del compartir fraterno. Mi padre y mi madre son mis dueños, a ellos me debo, dos grandes montañas dónde nace este tímido cauce que va creciendo mientras avanza. Mis antiguos nos heredaron villas donde antes habían chozas, dejaron una dialogante lengua para contar nuestras historias y enseñar convicciones donde antes había solo una escueta y dolorosa existencia.
Un puente de piedras sobre un curso de agua es una parada natural. Diminutas fortalezas que unen la tierra permitiendo descanso y sombra. Puntos húmedos de aire espeso, olores a fango y raíces, aire que entra como si fuera una nube entrando por mis narices.
Amplio sendero de frondosos árboles, dueños majestuosos del bosque dejan pasar unos pocos rayos de sol. Frente a mi, una recta galería que termina en un cercano horizonte. Un divina y gran pintura junto a un riachuelo que circula paralelo. Siento una persistente inquietud, solo una briza cálida roza mis mejillas, no percibo viento suficiente para que mueva tal frondoso paraje. Oigo ruidos a mi alrededor, me siento impresionado por las criaturas que habitan esta gran morada. Me intranquilizan estos tramos; soy fuerte y valiente, pero jamás preparado para enfrentar aquellas fuerzas de la naturaleza desconocida que son terreno de magia oscura, hechizos y maldad. Pienso en el Pesanta, perro fantasmal y nocturno que presiona los pechos de sus víctimas escondido en la oscuridad. Catalunya tiene historias y de pequeño nos enseñan precaución y coraje para enfrentar aquel mundo. Mi hermana sufría de pesadillas, un sueño intranquilo, noches agobiantes hasta que mis padres nos encomendaron a los custodios. Una vela de protección, un gran cirio encendido en un lugar especial. Después de ello, solo tranquilidad, placenteras noches para mi hermana y todos en mi hogar. Cojo mi cadena de custodios, nos la regalaron en la iglesia del pueblo. Me siento más seguro si la tengo en mi mano. De pronto, ya saliendo de aquel bosque de forma intempestiva aparece un perro, era enorme, de pelo negro y puntiagudo, ojos brillantes como reflejando toda la intensidad del sol en ellos. Lo tenía en frente y me quitaba el aliento, de la impresión sentí mi carne moverse de mis huesos. Me detuve, cogí mi fiero cuchillo de bronce, mi leal compañero frente a los peligros. Inevitable reunión de los humanos con la dificultad, hombre y bestia, un obstáculo para un peregrino, toda la energía del mundo en mi mano. Mi Fe y mi fuerza frente al sino tramposo, un mal juego para este humilde aventurero en búsqueda de buen pasar.
Acabo de abrir los ojos, todo aquel recuerdo se me vino de pronto. El trayecto, la bestia, la lucha. ¿ que ha pasado? Entra mi madre, me tranquiliza y seca mi sudor. Veo agua, fuente con paños, ramas de romero en los rincones de mi habitación y una jarra con una especie de tónico. Me cuenta de la fiebre, de mi mala noche y de que mi padre se encuentra en la Iglesia del pueblo. Traerá un gran cirio, ese que en el centro de nuestro hogar irradiaba luz y tranquilidad, ese que había logrado espantar la primera de esas visitas nocturnas que tuvimos en aquellos años.
Acabo de abrir los ojos, todo aquel recuerdo se me vino de pronto. El trayecto, la bestia, la lucha. ¿ que ha pasado? Entra mi madre, me tranquiliza y seca mi sudor. Veo agua, fuente con paños, ramas de romero en los rincones de mi habitación y una jarra con una especie de tónico. Me cuenta de la fiebre, de mi mala noche y de que mi padre se encuentra en la Iglesia del pueblo. Traerá un gran cirio, ese que en el centro de nuestro hogar irradiaba luz y tranquilidad, ese que había logrado espantar la primera de esas visitas nocturnas que tuvimos en aquellos años.
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